"Del suelo broté saludando a la tierra con tal grito, que nunca se había oído a un hombre que había muerto y vive de nuevo. Abracé los troncos de los árboles enloquecido como un auténtico poseso, levanté mis trémulos brazos hacia lo alto...y mi risa se proyectó hacia los cielos".(Edna St. Vincent Millay).

miércoles, 30 de mayo de 2012

Día 15 de mayo de 2.012-Requejo de Sanabria-Vilar de Barrio (texto))


Aunque lo siguiente que diré debería haber sido incluido en el proemio de mí Vía de la Plata y Sanabrés, me creo en la obligación, aunque sea para conmigo mismo, de verter algunas reflexiones derivadas de ésta jornada. Tras mirar fotos y comparar tracks, no dejo de sentirme algo culpable por haber sido yo mismo el primero en incumplir una de las importantes premisas para hacer el Camino, cual es: Tómatelo con calma y disfruta del paisaje.
Discúlpenme los lectores y a ver si consigo ordenar la ideas.
En mi Introducción afirmaba que si tuviera que volver a organizarme cualquiera de los tres Caminos,  lo haría de forma distinta; pues bien con muchísima más razón así lo haría en ésta peregrinación. Debido al factor tiempo (de tempus) y a otros fantasmas, he tenido que renunciar a seguir a rajatabla el Camino “stricto sensu” y con especial hincapié a partir de Requejo; y por ello, no puedo evitar haberme quedado con un mal sabor de boca. Esa misma sensación la tuve en el Francés cuando por despiste, yerro en la subida a O’Cebreiro o en Villafranca de los Montes de Oca cuando acuciado por problemas mecánicos tuve que coronar la Pedraja por carretera. Y en el del Norte, ni te cuento.
Es cierto que a toro pasado es fácil afirmar o negar algo y que haber optado por algo distinto a lo hecho en su momento, hubiera podido tacharse de incuria, pero al menos, manifestándolo, me libero en algo. Es obvio que es difícil, por no decir imposible,  saber el grado en que se devalúa la experiencia vivida, pero en cualquier caso, ahí queda la reflexión. A vista de pájaro, sobre el Google Earth, no parecen apreciarse diferencias sustanciales entre el plan previo y el realizado; pero un análisis más detallado, pone de manifiesto importantes diferencias que aunque no desdoran la jornada ejecutada, podrían ser objeto de críticas por algunos bicigrinos puristas, entre los que yo me incluyo.
Y para finalizar con éste aparente fárrago, debo de poner sobre aviso a los futuros “navegantes” con escasa experiencia. Entre los lugareños existe la idea de que no es factible que la bicicleta circule por donde lo hacen los viandantes. Esta opinión, ampliamente extendida, hará que en ocasiones optes por la opción más conservadora, ciclísticamente hablando, y renuncies a vericuetos dignos de conocer o visitar. Igualmente ocurrirá a la hora de medir distancias y perfiles en que un determinado destino quedará: “Muy lejos, muy lejos”;  o “estará a un tiro de piedra”.

            A las 6:30 toca diana y las 7:00 estamos en la puerta del bar-restaurante, contiguo al hostal, y esperamos escasos minutos a que el camarero lo habilite, encendiendo máquinas y abriendo el establecimiento. Anoche decidimos madrugar una hora más, en previsión a una larga jornada. El día promete ser soleado aunque a primera hora de la mañana hace fresco y tanto Javier cómo yo, llevamos un maillot de entretiempo cómo refuerzo. Dos cafés nos entonan y sin más dilación y con la incertidumbre de los que nos deparará el día, nos lanzamos hacia el Puerto de Padornelo. Apenas se ve tráfico salvo alguno en la Autovía de la Rías Baixas que discurre paralela a nuestra derecha. Son 6 Km. y medio de subida que haremos parsimoniosamente y a buen ritmo. Hace fresco, el sol aun no calienta pero el esfuerzo hace que rápidamente entremos en calor. Atravesamos el puente anterior a Padornelo que está bien iluminado sin que coche alguno altere nuestro paso. Tras atravesar Padornelo el Camino se desviará hacia Aciberos pero nosotros continuamos por la N-525 hacia Hedroso. Cuando ahora comparo los tracks, la opción que escogimos, aunque cuesta abajo, te obliga a dar un importante rodeo y te ocupa 6 Km. hasta llegar a Lubián, mientras que la opción de Aciberos, hubiera representado tan solo 4 Km. Lo que sí he podido apreciar por algunas imágenes entresacadas de internet es que con la segunda opción, el Camino discurre por un sendero bastante estrecho y abrupto, con lo que es probable que el tiempo que hubiéramos destinado para cubrir este tramo, por Aciberos, hubiera sido mayor.
La bajada hasta Lubián es impresionante. Hay abundante verdor y numerosas cascadas que casi irrumpen en la carretera. El frío que sufrimos en este tramo, inmerso en una umbría, es horroroso. Con la idea de que pronto alcanzaremos el punto más bajo para volver a subir, no nos molestamos en hacer una parada para añadir algo de ropa, y las manos, los pies y la cara se nos congelan. Al atravesar Hedroso, Javier pregunta a un paisano por un bar pero el único que hay en el pueblo está cerrado. Javi me comenta: “Macho, vaya rasca, tengo las manos y los pies congelados… a ver si viene alguna cuestecita y entramos en calor”. La deseada subida  no se hará esperar. Pasado Lubián nos esperan 5 Km. de subida hasta el túnel de la Canda. Al alcanzarlo nos detenemos. Por el vano no se ve la luz del otro extremo y está muy mal iluminado. Oscuridad total. En la pequeña alforja del cuadro llevo una pequeña linterna intermitente que se acopla fácilmente a cualquier punto de la bici y la coloco en el portalforjas. Con mucha precaución y muy atentos, atravesamos el túnel. Estábamos tan ensimismados con el tema de la oscuridad que ni nos percatamos que acabamos de entrar en Galicia. De hecho, estábamos tan advertidos sobre la dureza de las cotas que ni siquiera somos conscientes de que hemos culminado los primeros y duros Puertos del día.
Nos esperan otros 7 Km. de bajada que nos hará delicias. A nuestra izquierda pasamos por Vilavella y antes de alcanzar O Pereiro haremos una parada para tomarnos un café que nos entona asaz, ya que aun no se nos ha olvidado el frío de la primeras compases de la jornada. Seguimos haciendo caso omiso del track que nos marca el GPS y alcanzamos O Cañizo en donde reza otro alto en donde nos hacemos una foto. Son casi las 10:30 de la mañana y estamos eufóricos al habernos quitado de en medio dos de los fantasmas de la jornada de hoy: Padornelo y A Canda.
Nuestra próxima referencia es A Gudiña en donde nos desviaremos y abandonaremos la Nacional. Se pedalea por una pista excelente en que no encuentro adjetivos para describir el paisaje. Algunas zonas se aprecian desforestadas por el fuego pero para nada le restan belleza al panorama. A la derecha se despliega grandioso el Pantano Das Portas. Se puede ver la línea del ferrocarril que aparece y desparece entre túneles horadados en la montaña. En un pequeño núcleo de casas, paramos cuando una abuela que se nos dirige para explicarnos que por culpa de un pequeño accidente, cojea. Le pregunto si es posible cargar agua en una fuente natural que hay al principio de la minúscula aldea y la señora me anima a hacerlo. Dejo a mi compañero conversando con la abuela y vuelvo sobre mis pasos escasos metros, para cargar los bidones con agua fresca. El núcleo, según me contará Javier, lo habitan 4 familias y está lleno de perros inofensivos.
Atravesaremos la Estación de Vilariño do Conso-A Capela. Los edificios que flanquean la carretera parecen abandonados y por encima, a la izquierda, se erige una ermita.
Más adelante volveremos a atravesar otra pequeña concentración de edificios en ruinas. Nos cruzamos con un par de excursionistas y pasados unos Km. alcanzamos Campobecerros. A nuestra derecha tenemos el Río Camba y tras atravesar un arroyo a la altura de la ermita, entramos en el pueblo. Entre vetustas edificaciones y antes de atravesar un arco que se sostiene entre dos casas, paramos en el bar Da Rosario en el que nos sellan la credencial.
Nuestro próximo destino será Portocamba.  Pedaleamos por el centro de un pueblo en el que parece que el tiempo se ha detenido. Le hacemos una foto a la espadaña de la ermita, que conserva tres campanas, y a alguna de las casas que, aunque medio derruidas, aun conservan el estilo pintoresco de la zona. No se va alma viviente. Hemos tenido suerte con el tiempo y hace un día espléndido. Calor. Pensando que ya nos habíamos curtido la piel en días anteriores y por el frescor de ésta madrugada, no hemos tenido la precaución de echarnos crema solar y tenemos los brazos, cara y piernas, encarnados.
A un Km. y medio abandonaremos la carretera a nuestra derecha, donde no espera una fuerte bajada de 8 Km. con un fuerte desnivel por una de pista abrupta por la que hay que pedalear con precaución. Hemos bajado desde la cota mas alta del día a 1.337 metros hasta alrededor de los 480 metros de altitud de Laza. Son las 2 de la tarde con lo que ya llevamos 7 horas en marcha y empezamos a sentirnos cansados. Aun nos queda la emblemática Alberguería. Son 12 Km. hasta alcanzarla, de los cuales 9 Km. son de subida ininterrumpida, si restamos los 3 Km. en que más o menos se llanea hasta Soutelo  Verde .Tras la Alberguería nos quedarán otros 3 Km. de subida si deseamos coronar la cota más alta para proseguir y bajar hasta Vilar de Barrio.
Aprovechamos nuestro paso por Laza para gestionar el tema del alojamiento. Un joven uniformado se nos acerca solícito y nos invita a entrar en la oficina del llamado G.A.P., Grupo de Atención al Peregrino. Lo tienen bien organizado. Nos entregan un plano del recorrido desde Laza hasta la Alberguería y nos proporciona un teléfono de contacto en Vilar de Barrio en donde podríamos hospedarnos. Nos explica de “viva voce” y sobre el mapa, el perfil del recorrido hasta la Alberguería; y tras sellar la credencial y llenar bidones, nos dirigimos al primer hito del tramo en Soutelo Verde.
Los 3 Km. que nos separan son bastante asequibles y salvo una pequeña subida, se va llaneando. A partir de Soutelo, se comienza a subir. No hay rampas con gran desnivel pero no hay rellanos y aunque la subida es progresiva, las piernas se resienten. Nos lanzamos con desarrollos bajos, sin prisa e incluso vamos conversando sobre algunas peculiaridades de la jornada de hoy y  de los paisajes.
Vamos devorando lentamente los metros. De vez en cuando y sobre la misma bicicleta hago estiramientos para liberar los cuadriceps de la tensión. Siento los músculos, duros como una piedra, se me duermen los dedos de los pies y de vez en cuando cambio de posición para relajar el culo que también se resiente. De momento, sin problema en las rodillas y cardiovascularmente me encuentro muy bien. No jadeo e intento moverme dentro del intervalo aeróbico. Al contrario de lo que me pasó en la primera etapa en donde padecí unas pulsaciones  anormalmente altas, en mi opinión debido a los nervios y al cansancio de los viajes anteriores, durante el resto de la peregrinación, rara vez he sobrepasado mi frecuencia cardiaca máxima aconsejable y han sido pocas las ocasiones en que he traspasado mi límite aeróbico.
Oigo un clic acompasado tras cada pedalada. Parece que viene de la rueda delantera. Prefiero parar para echar un vistazo y ver que todo va bien. Esta breve pausa nos vendrá bien para estirar y descansar algo. Aprovecho para escarbar por las alforjas y tener a mano la glucosa. Pasa una ranchera a toda leche y le hacemos un gesto al conductor imprecándolo. El desabrido conductor incluso frena y nos chilla haciendo aspavientos “que si estamos parados en mitad de la curva…”. Prosigue. Valiente capullo, no creemos que haya mucha diferencia entre estar parados o circular a una velocidad de entre 6 a 8 Km./h. El tipo evidentemente iba a una velocidad superior a la permitida. Javi me comenta con sorna: “Menos mal que no nos hemos tenido que dar de hostias con ese gilipollas porque con lo cansados que estamos, nos da la del pulpo. Ojalá te estrelles, cabrón”. Seguimos subiendo. Pasan más rancheras a gran velocidad. En la lejanía, al fondo, arriba y a la derecha se entrevé una de ellas por donde probablemente tendremos que pasar. Al ver lo lejos que queda y la altura por la que circula, le comento a Javi esperanzado: “Lo mismo esa furgoneta se ha desviado y va por otro sitio”. “No creo”, me contesta  mi compañero. Desde donde estamos, no tenemos la sensación de que haya que pasar por donde lo ha hecho la furgoneta pero, más adelante, la carretera hace un requiebro y efectivamente nos lleva hasta donde hemos visto pasar a la ranchera. De nuevo hacemos otra parada. El GPS me despliega el mensaje de “Pilas agotadas” y debo cambiarlas. Son recargables pero no han aguantado tantas horas. Por precaución llevo pilas de litio de repuesto. Aunque tenemos bastante claro la ruta que queremos hacer, no deseo perder la valiosa información que nos proporcionará el GPS. Y seguimos ascendiendo. Uno, dos, tres, cuatro, déjate caer. Uso el truco de hacer “flotar” las piernas cada tres o cuatro pedaladas que es efectivo y que usaba Jacques (¡¡¡que casualidad!!!) Anquetil. Aunque mientras pedaleo me pregunto si el objetivo del truco no es otro que intentar que te olvides del sufrimiento y del cansancio que padeces.
Por fin llegamos a la Alberguería. Hay un popular bar denominado el Rincón del Peregrino en donde paramos para tomar algo, hacer algunas fotos e intentar asegurarnos el alojamiento en Vilar de Barrio. Devoro una barrita. Tengo un hambre atroz y esto, deportivamente hablando es muy mala señal. He intentado ceñirme a rajatabla al axioma de: “Beber antes de tener sed y comer antes de tener hambre” pero con el esfuerzo se me ha olvidado alimentarme en los últimos Km.
Las paredes están llenas de vieiras y el dueño nos insta a firmar en una de ellas, con nuestros nombres y fecha. El dueño acaba de pinchar El Lago, de  Triana, y le comento sorprendido: “Lo último que me podía imaginar es escuchar a Triana en un pueblo de la Galicia profunda”. Y añado: “La última vez que les vi en directo, fue en Huelva allá por la década de los 80”. Resulta que el dueño conocía a Jesús de la Rosa, líder creativo del grupo, que murió en un accidente de tráfico en 1.983. Alucinante.
Javi se sienta fuera y platica animadamente con un señor que nos cuenta que nació en el pueblo y nos propone la alternativa de pernoctar en la misma Alberguería, dado que propietario del bar dispone de habitaciones. Nos extraña que no nos las haya ofrecido él directamente.  Mientras tanto, yo intento contactar con el número de teléfono que me proporcionaron en Laza pero no hay cobertura. Me aconsejan que me suba a una azotea que hay justo enfrente del bar pero sigue sin haber señal.
El señor que charla con Javi se marcha y el dueño del bar nos sugiere que alquilemos  por un módico precio y por una noche, una casa rural en Souteliño que al parecer acaban de reformar. Incluso nos enseña un tríptico con fotos. Intenta hablar por teléfono con el dueño y resulta que está de viaje y que la casa no está disponible. Nos obstante, nos comenta que nada más alcanzar Vilar, nos dirijamos a la gasolinera donde nos podrán informar de algún alojamiento disponible. Apuramos nuestras bebidas y proseguimos la marcha. Aun nos queda un repecho de aproximadamente 2 Km. que  nos pilla desprevenidos y que a mi se me antoja un martirio. Aun nos quedarán 7 Km. para llegar hasta Vilar de Barrio, los que afortunadamente son de bajada. Pese a ello, mi cuerpo está en  tensión. Soy conciente de que son estos últimos momentos, cuando estás cansado y están mermados tus reflejos, cuando aumenta el riesgo de un accidente o lesión. Me duele el cuello y la espalda y creo que ya son pocas partes del cuerpo las que no me duelen. Cuando alcanzamos la gasolinera, estoy muy derrengado y no tengo ni fuerzas para levantar el móvil. Me siento algo mareado. Es probable que no me quede ni un gramo de carbohidratos en el cuerpo; entronca con el ansia de comer que padecí al llegar a la Alberguería. Sin más dilación acudo a mi reserva de glucosa y engullo las 4  últimas pastillas que me quedan. Azucar en vena; mano de santo. Y Javier me acerca del bar un aquarius que me lo bebo de un trago. El pábulo me hace revivir.
La señora de la gasolinera nos proporciona en número de teléfono; ni siquiera nos molestamos en comprobar si coincide con el que nos dieron en Laza. Hay una casa rural disponible pero tenemos que esperar a que una amiga suya acuda en nuestra búsqueda para enseñárnosla. A los pocos minutos aparece y nos emplaza a dicha casa, no muy alejada de la gasolinera. La mujer que nos la enseña es la bibliotecaria del pueblo y tiene ganas de hablar. Tras el recorrido por el inmueble, me pasa con la dueña, que no está en Vilar, y negociamos el precio. La casa rural me suena de haberla visto antes por internet pero recuerdo que la descarté por interpretar que solo se alquilaba para varios días. Está perfectamente pertrechada con amplias habitaciones y baños en suite. Todo está muy limpio y se aprecia que ha sido recientemente reformada. Antes de marcharse nos deja una tarjeta con un número de teléfono de contacto.
Sin dilación, nos dirigimos al bar próximo a la gasolinera para comer algo. Otro almuerzo frío. Estamos llegando tan tarde a los destinos que no alimentamos a base de bocadillos. Nos pedimos dos mega bocadillos de salchichón regados con sendas cervezas. Javi me propone que compremos en el supermercado lo necesario para cocinar unos espaguetis con tomate.
Nos dirigimos hacia la casa rural para ducharnos y descansar algo. Recojo las alforjas y echo un vistazo al cuentakilómetros de la bici para anotar los datos. Marca 101,29 Km. y 7:19 minutos en movimiento. El cronómetro del pulsómetro marca 9:57 minutos.
Al revisar los datos del GPS me marcará una distancia total de 100 Km., con un  tiempo total de 9:57 minutos y 2:24 minutos detenidos. Cuadra.
Estoy ordenando las alforjas y Javier me comenta que no sale agua caliente. La señora que nos enseñó la casa, comentó que debíamos esperar un rato hasta que se calentara el agua del acumulador. Decido ducharme después de echarme un rato. Me quedo profundamente dormido y transcurrida una hora me levanto con la intención de pegarme la ducha pendiente. Nada, el agua sigue saliendo fría y me dirijo a la habitación de Javier para comentárselo y saber qué es lo que él ha hecho. Me confirma que se ha tenido que duchar con agua fría. Yo no estoy por la labor; con lo que nos ha costado la broma de la casa rural, lo único que me faltaba es que no dispusiéramos de un poco de agua caliente.  Aparte de haberme levantado “tocado”  de la siesta,  estoy de malhumor. No encuentro la puñetera tarjeta que nos dejó la bibliotecaria y me desespero. Al final aparece por un rincón y la telefoneo.
Se ofrece a acercarse inmediatamente a la casa para resolver el problema. La atiende Javi porque yo estoy que muerdo. Había un problema con el termostato y habrá que esperar otro rato hasta que haya agua caliente. Espero tumbado en la cama haciendo zapping en la tele de tamaño XL que hay en el dormitorio. Por fin llega la esperada ducha y me recreo; además, tiene hidromasaje.
Javier me invita a dar un paseo por el pueblo pero a mi no me apetece. Me sigue doliendo el jodido pie, estoy agotado y lo único que deseo es descansar. Aprovecho para echar un vistazo a la etapa de mañana y me desprendo con regocijo de la información que ya no nos será de utilidad.
Al rato, volverá Javi y preparará los espaguetis que engullimos, junto con una ración de queso. Comentamos lo que nos ha gustado la etapa del día y los bellos parajes y aldeas  por los que hemos pasado. Y nos preguntamos, qué nos deparará la etapa de mañana.
Los que somos aficionados al ciclismo y usamos GPS, solemos usar el IBPIndex, por constituir una valiosa herramienta de análisis a posteriori, aportándote interesantes datos varios, entre los que se incluye un ratio que, cuanto más se aproxima a 100, mayor es, en teoría, la dificultad. Pues bien, el IBPIndex de éste día, fue de 127. Palizón. Pero lo que nos podemos ni imaginar cuando con los estomagos llenos y satisfechos por la jornada , nos dirigimos a la cama, es que la del día siguiente será aun más dura.