Aunque
lo siguiente que diré debería haber sido incluido en el proemio de mí Vía de la
Plata y Sanabrés, me creo en la obligación, aunque sea para conmigo mismo, de
verter algunas reflexiones derivadas de ésta jornada. Tras mirar fotos y
comparar tracks, no dejo de sentirme algo culpable por haber sido yo mismo el
primero en incumplir una de las importantes premisas para hacer el Camino, cual
es: Tómatelo con calma y disfruta del paisaje.
Discúlpenme
los lectores y a ver si consigo ordenar la ideas.
En
mi Introducción afirmaba que si tuviera que volver a organizarme cualquiera de
los tres Caminos, lo haría de forma
distinta; pues bien con muchísima más razón así lo haría en ésta peregrinación.
Debido al factor tiempo (de tempus) y a otros fantasmas, he tenido que renunciar
a seguir a rajatabla el Camino “stricto sensu” y con especial hincapié a partir
de Requejo; y por ello, no puedo evitar haberme quedado con un mal sabor de
boca. Esa misma sensación la tuve en el Francés cuando por despiste, yerro en
la subida a O’Cebreiro o en Villafranca de los Montes de Oca cuando acuciado
por problemas mecánicos tuve que coronar la Pedraja por carretera. Y en el del
Norte, ni te cuento.
Es cierto
que a toro pasado es fácil afirmar o negar algo y que haber optado por algo
distinto a lo hecho en su momento, hubiera podido tacharse de incuria, pero al
menos, manifestándolo, me libero en algo. Es obvio que es difícil, por no decir
imposible, saber el grado en que se devalúa
la experiencia vivida, pero en cualquier caso, ahí queda la reflexión. A vista
de pájaro, sobre el Google Earth, no parecen apreciarse diferencias
sustanciales entre el plan previo y el realizado; pero un análisis más
detallado, pone de manifiesto importantes diferencias que aunque no desdoran la
jornada ejecutada, podrían ser objeto de críticas por algunos bicigrinos
puristas, entre los que yo me incluyo.
Y
para finalizar con éste aparente fárrago, debo de poner sobre aviso a los
futuros “navegantes” con escasa experiencia. Entre los lugareños existe la idea
de que no es factible que la bicicleta circule por donde lo hacen los
viandantes. Esta opinión, ampliamente extendida, hará que en ocasiones optes
por la opción más conservadora, ciclísticamente hablando, y renuncies a
vericuetos dignos de conocer o visitar. Igualmente ocurrirá a la hora de medir
distancias y perfiles en que un determinado destino quedará: “Muy lejos, muy
lejos”; o “estará a un tiro de piedra”.
A las 6:30 toca diana y las 7:00
estamos en la puerta del bar-restaurante, contiguo al hostal, y esperamos escasos
minutos a que el camarero lo habilite, encendiendo máquinas y abriendo el
establecimiento. Anoche decidimos madrugar una hora más, en previsión a una
larga jornada. El día promete ser soleado aunque a primera hora de la mañana
hace fresco y tanto Javier cómo yo, llevamos un maillot de entretiempo cómo
refuerzo. Dos cafés nos entonan y sin más dilación y con la incertidumbre de
los que nos deparará el día, nos lanzamos hacia el Puerto de Padornelo. Apenas
se ve tráfico salvo alguno en la Autovía de la Rías Baixas que discurre
paralela a nuestra derecha. Son 6 Km. y medio de subida que haremos
parsimoniosamente y a buen ritmo. Hace fresco, el sol aun no calienta pero el
esfuerzo hace que rápidamente entremos en calor. Atravesamos el puente anterior
a Padornelo que está bien iluminado sin que coche alguno altere nuestro paso.
Tras atravesar Padornelo el Camino se desviará hacia Aciberos pero nosotros
continuamos por la N-525 hacia Hedroso. Cuando ahora comparo los tracks, la
opción que escogimos, aunque cuesta abajo, te obliga a dar un importante rodeo
y te ocupa 6 Km. hasta llegar a Lubián, mientras que la opción de Aciberos, hubiera
representado tan solo 4 Km. Lo que sí he podido apreciar por algunas imágenes
entresacadas de internet es que con la segunda opción, el Camino discurre por
un sendero bastante estrecho y abrupto, con lo que es probable que el tiempo
que hubiéramos destinado para cubrir este tramo, por Aciberos, hubiera sido
mayor.
La bajada
hasta Lubián es impresionante. Hay abundante verdor y numerosas cascadas que casi
irrumpen en la carretera. El frío que sufrimos en este tramo, inmerso en una
umbría, es horroroso. Con la idea de que pronto alcanzaremos el punto más bajo
para volver a subir, no nos molestamos en hacer una parada para añadir algo de
ropa, y las manos, los pies y la cara se nos congelan. Al atravesar Hedroso,
Javier pregunta a un paisano por un bar pero el único que hay en el pueblo está cerrado. Javi me comenta: “Macho, vaya rasca, tengo las manos y los pies
congelados… a ver si viene alguna cuestecita y entramos en calor”. La deseada
subida no se hará esperar. Pasado Lubián
nos esperan 5 Km. de subida hasta el túnel de la Canda. Al alcanzarlo nos
detenemos. Por el vano no se ve la luz del otro extremo y está muy mal iluminado.
Oscuridad total. En la pequeña alforja del cuadro llevo una pequeña linterna
intermitente que se acopla fácilmente a cualquier punto de la bici y la coloco en
el portalforjas. Con mucha precaución y muy atentos, atravesamos el túnel.
Estábamos tan ensimismados con el tema de la oscuridad que ni nos percatamos
que acabamos de entrar en Galicia. De hecho, estábamos tan advertidos sobre la
dureza de las cotas que ni siquiera somos conscientes de que hemos culminado
los primeros y duros Puertos del día.
Nos
esperan otros 7 Km. de bajada que nos hará delicias. A nuestra izquierda
pasamos por Vilavella y antes de alcanzar O Pereiro haremos una parada para
tomarnos un café que nos entona asaz, ya que aun no se nos ha olvidado el frío
de la primeras compases de la jornada. Seguimos haciendo caso omiso del track
que nos marca el GPS y alcanzamos O Cañizo en donde reza otro alto en donde nos
hacemos una foto. Son casi las 10:30 de la mañana y estamos eufóricos al
habernos quitado de en medio dos de los fantasmas de la jornada de hoy:
Padornelo y A Canda.
Nuestra
próxima referencia es A Gudiña en donde nos desviaremos y abandonaremos la
Nacional. Se pedalea por una pista excelente en que no encuentro adjetivos para
describir el paisaje. Algunas zonas se aprecian desforestadas por el fuego pero
para nada le restan belleza al panorama. A la derecha se despliega grandioso el
Pantano Das Portas. Se puede ver la línea del ferrocarril que aparece y
desparece entre túneles horadados en la montaña. En un pequeño núcleo de casas,
paramos cuando una abuela que se nos dirige para explicarnos que por culpa de
un pequeño accidente, cojea. Le pregunto si es posible cargar agua en una
fuente natural que hay al principio de la minúscula aldea y la señora me anima
a hacerlo. Dejo a mi compañero conversando con la abuela y vuelvo sobre mis
pasos escasos metros, para cargar los bidones con agua fresca. El núcleo, según me contará Javier, lo habitan 4 familias y está lleno de perros
inofensivos.
Atravesaremos
la Estación de Vilariño do Conso-A Capela. Los edificios que flanquean la
carretera parecen abandonados y por encima, a la izquierda, se erige una ermita.
Más
adelante volveremos a atravesar otra pequeña concentración de edificios en
ruinas. Nos cruzamos con un par de excursionistas y pasados unos Km. alcanzamos
Campobecerros. A nuestra derecha tenemos el Río Camba y tras atravesar un
arroyo a la altura de la ermita, entramos en el pueblo. Entre vetustas edificaciones
y antes de atravesar un arco que se sostiene entre dos casas, paramos en el bar
Da Rosario en el que nos sellan la credencial.
Nuestro
próximo destino será Portocamba. Pedaleamos por el centro de un pueblo en el
que parece que el tiempo se ha detenido. Le hacemos una foto a la espadaña de
la ermita, que conserva tres campanas, y a alguna de las casas que, aunque
medio derruidas, aun conservan el estilo pintoresco de la zona. No se va alma
viviente. Hemos tenido suerte con el tiempo y hace un día espléndido. Calor.
Pensando que ya nos habíamos curtido la piel en días anteriores y por el
frescor de ésta madrugada, no hemos tenido la precaución de echarnos crema
solar y tenemos los brazos, cara y piernas, encarnados.
A un
Km. y medio abandonaremos la carretera a nuestra derecha, donde no espera una
fuerte bajada de 8 Km. con un fuerte desnivel por una de pista abrupta por la
que hay que pedalear con precaución. Hemos bajado desde la cota mas alta del
día a 1.337 metros hasta alrededor de los 480 metros de altitud de Laza. Son
las 2 de la tarde con lo que ya llevamos 7 horas en marcha y empezamos a
sentirnos cansados. Aun nos queda la emblemática Alberguería. Son 12 Km. hasta alcanzarla,
de los cuales 9 Km. son de subida ininterrumpida, si restamos los 3 Km. en que
más o menos se llanea hasta Soutelo
Verde .Tras la Alberguería nos quedarán otros 3 Km. de subida si
deseamos coronar la cota más alta para proseguir y bajar hasta Vilar de Barrio.
Aprovechamos
nuestro paso por Laza para gestionar el tema del alojamiento. Un joven
uniformado se nos acerca solícito y nos invita a entrar en la oficina del
llamado G.A.P., Grupo de Atención al Peregrino. Lo tienen bien organizado. Nos
entregan un plano del recorrido desde Laza hasta la Alberguería y nos
proporciona un teléfono de contacto en Vilar de Barrio en donde podríamos
hospedarnos. Nos explica de “viva voce” y sobre el mapa, el perfil del
recorrido hasta la Alberguería; y tras sellar la credencial y llenar bidones,
nos dirigimos al primer hito del tramo en Soutelo Verde.
Los
3 Km. que nos separan son bastante asequibles y salvo una pequeña subida, se va
llaneando. A partir de Soutelo, se comienza a subir. No hay rampas con gran
desnivel pero no hay rellanos y aunque la subida es progresiva, las piernas se
resienten. Nos lanzamos con desarrollos bajos, sin prisa e incluso vamos
conversando sobre algunas peculiaridades de la jornada de hoy y de los paisajes.
Vamos
devorando lentamente los metros. De vez en cuando y sobre la misma bicicleta
hago estiramientos para liberar los cuadriceps de la tensión. Siento los
músculos, duros como una piedra, se me duermen los dedos de los pies y de vez
en cuando cambio de posición para relajar el culo que también se resiente. De
momento, sin problema en las rodillas y cardiovascularmente me encuentro muy
bien. No jadeo e intento moverme dentro del intervalo aeróbico. Al contrario de
lo que me pasó en la primera etapa en donde padecí unas pulsaciones anormalmente altas, en mi opinión debido a
los nervios y al cansancio de los viajes anteriores, durante el resto de la
peregrinación, rara vez he sobrepasado mi frecuencia cardiaca máxima
aconsejable y han sido pocas las ocasiones en que he traspasado mi límite
aeróbico.
Oigo
un clic acompasado tras cada pedalada. Parece que viene de la rueda delantera.
Prefiero parar para echar un vistazo y ver que todo va bien. Esta breve pausa
nos vendrá bien para estirar y descansar algo. Aprovecho para escarbar por las
alforjas y tener a mano la glucosa. Pasa una ranchera a toda leche y le hacemos
un gesto al conductor imprecándolo. El desabrido conductor incluso frena y nos
chilla haciendo aspavientos “que si estamos parados en mitad de la curva…”. Prosigue.
Valiente capullo, no creemos que haya mucha diferencia entre estar parados o
circular a una velocidad de entre 6 a 8 Km./h. El tipo evidentemente iba a una
velocidad superior a la permitida. Javi me comenta con sorna: “Menos mal que no
nos hemos tenido que dar de hostias con ese gilipollas porque con lo cansados
que estamos, nos da la del pulpo. Ojalá te estrelles, cabrón”. Seguimos
subiendo. Pasan más rancheras a gran velocidad. En la lejanía, al fondo, arriba
y a la derecha se entrevé una de ellas por donde probablemente tendremos que
pasar. Al ver lo lejos que queda y la altura por la que circula, le comento a
Javi esperanzado: “Lo mismo esa furgoneta se ha desviado y va por otro sitio”.
“No creo”, me contesta mi compañero.
Desde donde estamos, no tenemos la sensación de que haya que pasar por donde lo
ha hecho la furgoneta pero, más adelante, la carretera hace un requiebro y
efectivamente nos lleva hasta donde hemos visto pasar a la ranchera. De nuevo
hacemos otra parada. El GPS me despliega el mensaje de “Pilas agotadas” y debo
cambiarlas. Son recargables pero no han aguantado tantas horas. Por precaución
llevo pilas de litio de repuesto. Aunque tenemos bastante claro la ruta que
queremos hacer, no deseo perder la valiosa información que nos proporcionará el
GPS. Y seguimos ascendiendo. Uno, dos, tres, cuatro, déjate caer. Uso el truco
de hacer “flotar” las piernas cada tres o cuatro pedaladas que es efectivo y
que usaba Jacques (¡¡¡que casualidad!!!) Anquetil. Aunque mientras pedaleo me
pregunto si el objetivo del truco no es otro que intentar que te olvides del
sufrimiento y del cansancio que padeces.
Por
fin llegamos a la Alberguería. Hay un popular bar denominado el Rincón del
Peregrino en donde paramos para tomar algo, hacer algunas fotos e intentar asegurarnos
el alojamiento en Vilar de Barrio. Devoro una barrita. Tengo un hambre atroz y
esto, deportivamente hablando es muy mala señal. He intentado ceñirme a
rajatabla al axioma de: “Beber antes de tener sed y comer antes de tener
hambre” pero con el esfuerzo se me ha olvidado alimentarme en los últimos Km.
Las
paredes están llenas de vieiras y el dueño nos insta a firmar en una de ellas,
con nuestros nombres y fecha. El dueño acaba de pinchar El Lago, de Triana, y le comento sorprendido: “Lo último
que me podía imaginar es escuchar a Triana en un pueblo de la Galicia
profunda”. Y añado: “La última vez que les vi en directo, fue en Huelva allá
por la década de los 80”. Resulta que el dueño conocía a Jesús de la Rosa,
líder creativo del grupo, que murió en un accidente de tráfico en 1.983.
Alucinante.
Javi
se sienta fuera y platica animadamente con un señor que nos cuenta que nació en
el pueblo y nos propone la alternativa de pernoctar en la misma Alberguería,
dado que propietario del bar dispone de habitaciones. Nos extraña que no nos
las haya ofrecido él directamente. Mientras
tanto, yo intento contactar con el número de teléfono que me proporcionaron en
Laza pero no hay cobertura. Me aconsejan que me suba a una azotea que hay justo
enfrente del bar pero sigue sin haber señal.
El
señor que charla con Javi se marcha y el dueño del bar nos sugiere que alquilemos
por un módico precio y por una noche,
una casa rural en Souteliño que al parecer acaban de reformar. Incluso nos
enseña un tríptico con fotos. Intenta hablar por teléfono con el dueño y
resulta que está de viaje y que la casa no está disponible. Nos obstante, nos
comenta que nada más alcanzar Vilar, nos dirijamos a la gasolinera donde nos
podrán informar de algún alojamiento disponible. Apuramos nuestras bebidas y
proseguimos la marcha. Aun nos queda un repecho de aproximadamente 2 Km.
que nos pilla desprevenidos y que a mi
se me antoja un martirio. Aun nos quedarán 7 Km. para llegar hasta Vilar de
Barrio, los que afortunadamente son de bajada. Pese a ello, mi cuerpo está
en tensión. Soy conciente de que son estos
últimos momentos, cuando estás cansado y están mermados tus reflejos, cuando
aumenta el riesgo de un accidente o lesión. Me duele el cuello y la espalda y
creo que ya son pocas partes del cuerpo las que no me duelen. Cuando alcanzamos
la gasolinera, estoy muy derrengado y no tengo ni fuerzas para levantar el móvil.
Me siento algo mareado. Es probable que no me quede ni un gramo de
carbohidratos en el cuerpo; entronca con el ansia de comer que padecí al llegar
a la Alberguería. Sin más dilación acudo a mi reserva de glucosa y engullo las
4 últimas pastillas que me quedan.
Azucar en vena; mano de santo. Y Javier me acerca del bar un aquarius que me lo
bebo de un trago. El pábulo me hace revivir.
La
señora de la gasolinera nos proporciona en número de teléfono; ni siquiera nos
molestamos en comprobar si coincide con el que nos dieron en Laza. Hay una casa
rural disponible pero tenemos que esperar a que una amiga suya acuda en nuestra
búsqueda para enseñárnosla. A los pocos minutos aparece y nos emplaza a dicha
casa, no muy alejada de la gasolinera. La mujer que nos la enseña es la
bibliotecaria del pueblo y tiene ganas de hablar. Tras el recorrido por el
inmueble, me pasa con la dueña, que no está en Vilar, y negociamos el precio.
La casa rural me suena de haberla visto antes por internet pero recuerdo que la
descarté por interpretar que solo se alquilaba para varios días. Está
perfectamente pertrechada con amplias habitaciones y baños en suite. Todo está
muy limpio y se aprecia que ha sido recientemente reformada. Antes de marcharse
nos deja una tarjeta con un número de teléfono de contacto.
Sin
dilación, nos dirigimos al bar próximo a la gasolinera para comer algo. Otro
almuerzo frío. Estamos llegando tan tarde a los destinos que no alimentamos a
base de bocadillos. Nos pedimos dos mega bocadillos de salchichón regados con
sendas cervezas. Javi me propone que compremos en el supermercado lo necesario
para cocinar unos espaguetis con tomate.
Nos
dirigimos hacia la casa rural para ducharnos y descansar algo. Recojo las
alforjas y echo un vistazo al cuentakilómetros de la bici para anotar los
datos. Marca 101,29 Km. y 7:19 minutos en movimiento. El cronómetro del
pulsómetro marca 9:57 minutos.
Al
revisar los datos del GPS me marcará una distancia total de 100 Km., con
un tiempo total de 9:57 minutos y 2:24
minutos detenidos. Cuadra.
Estoy
ordenando las alforjas y Javier me comenta que no sale agua caliente. La señora
que nos enseñó la casa, comentó que debíamos esperar un rato hasta que se
calentara el agua del acumulador. Decido ducharme después de echarme un rato.
Me quedo profundamente dormido y transcurrida una hora me levanto con la
intención de pegarme la ducha pendiente. Nada, el agua sigue saliendo fría y me
dirijo a la habitación de Javier para comentárselo y saber qué es lo que él ha
hecho. Me confirma que se ha tenido que duchar con agua fría. Yo no estoy por
la labor; con lo que nos ha costado la broma de la casa rural, lo único que me
faltaba es que no dispusiéramos de un poco de agua caliente. Aparte de haberme levantado “tocado” de la siesta, estoy de malhumor. No encuentro la puñetera
tarjeta que nos dejó la bibliotecaria y me desespero. Al final aparece por un
rincón y la telefoneo.
Se
ofrece a acercarse inmediatamente a la casa para resolver el problema. La
atiende Javi porque yo estoy que muerdo. Había un problema con el termostato y
habrá que esperar otro rato hasta que haya agua caliente. Espero tumbado en la
cama haciendo zapping en la tele de tamaño XL que hay en el dormitorio. Por fin
llega la esperada ducha y me recreo; además, tiene hidromasaje.
Javier
me invita a dar un paseo por el pueblo pero a mi no me apetece. Me sigue
doliendo el jodido pie, estoy agotado y lo único que deseo es descansar.
Aprovecho para echar un vistazo a la etapa de mañana y me desprendo con
regocijo de la información que ya no nos será de utilidad.
Al
rato, volverá Javi y preparará los espaguetis que engullimos, junto con una
ración de queso. Comentamos lo que nos ha gustado la etapa del día y los bellos
parajes y aldeas por los que hemos
pasado. Y nos preguntamos, qué nos deparará la etapa de mañana.
Los
que somos aficionados al ciclismo y usamos GPS, solemos usar el IBPIndex, por
constituir una valiosa herramienta de análisis a posteriori, aportándote
interesantes datos varios, entre los que se incluye un ratio que, cuanto más se
aproxima a 100, mayor es, en teoría, la dificultad. Pues bien, el IBPIndex de
éste día, fue de 127. Palizón. Pero lo que nos podemos ni imaginar cuando con
los estomagos llenos y satisfechos por la jornada , nos dirigimos a la cama, es
que la del día siguiente será aun más dura.